domingo, 8 de abril de 2012

El manual de un asesino (Parte XI)


10:40 p.m.
Por fin había llegado a su destino, la casa del anciano. Era una casa magna, con muchas habitaciones pero sola como ninguna, solo el anciano vivía en ella, y en realidad solo ocupaba tres cuartos; la cocina, el baño, y su propia recamara. 

El joven toco el timbre y espeto a que respondieran.

A: ¿Si?
J: Buenas noches, soy Roberto

Un sonido perturbador se oyó e inmediatamente la puerta fue abierta.

J: Veo que aun no arregla esa puerta anciano.
A: Ya ves, la edad me lo impide.
J: Desde que te conozco pones esa excusa para todas las cosas que no quieres hacer.
A: Y hasta la fecha no ha funcionado ¿Cierto? *Una mueca de risa se dibujo en su rostro*
J: Y nunca lo hará.

El anciano invito a pasar al joven a la sala, a pesar de que no ocupaba los cuartos todos estaban amueblados y limpios, cuando el joven le preguntaba por qué, él contestaba que más valía estar siempre preparados. Dentro de la sala se sentaron cada uno en un sillón diferente, el señor hizo sonar sus palmas e inmediatamente salió una muchacha con dos tasas de café.

M: ¿Como siempre joven Roberto?
J: Sí María, gracias.
M: ¿El de usted también señor Alonso?
A: No María, creo y esta vez improvisare.

El joven frunció un tanto el ceño y se le quedo viendo extrañado.

J: ¿Y ese cambio tan brusco?
A: ¿A qué te refieres?
J: Vamos, vamos, llevamos años de conocernos y si hay algo que te distingue es la rutina, y el que te salgas de ella es algo en verdad inusual.
A: Sí, eso lo se, pero recuerda que siempre es bueno probar cosas distintas.
J: No lo se, se me hace algo raro, y más viniendo de ti.
A: Vamos, ¿Acaso crees que planeo algo por un simple cambio tan ligero?

La mesera dejo todo lo necesario para que el anciano preparara su café y se fue inmediatamente.

J: Y bueno, ¿No piensas preguntar a que se debe mi visita?
A: Vamos Roberto, ¿Por quién me tiras?
J: ¿A poco crees saber a que vengo?
A: No creo, en realidad lo se, recuerda que nosotros pensamos casi igual y yo tuve e hice lo que tu tienes en mente y lo que vas a hacer hace ya varios años.
J: No entiendo
A: ¿Qué no entiendes?
J: Si es que sabes a lo que vengo, ¿Qué haces aquí?
A: Tu bien sabes que no le temo a la muerte.
J: Bien, pues esto le da una vuelta a mis planes.
A: ¿Crees?
J: Sí, tenía contemplados demasiados escenarios, pero nunca pensé algo similar.
A: Para serte sincero, estaría en la misma situación que tu, pero vamos, ¿En verdad no se te ocurre nada?
J: En realidad muchas cosas, pero siento raro e incomodo el momento, creo y lo más factible sería el pensar que cooperaras.
A: En realidad yo soy el que lo tiene todo planeado.
J: ¿Cómo?, ¿Acaso no aprecias tu vida?
A: Claro que la aprecio, y la estimo por todo lo que me brindo, pero todo tiene etapas, y mi ultima etapa ya se cumplió, el tiempo pasa sobre todos, y en mi cada vez afecta más, ya no soy el mismo joven de hace varios ayeres, y mis movimientos cada vez son más lentos, llegara el tiempo en el que sea un estorbo para ti y arruine todo lo que hemos logrado.
J: Pero, ¿En verdad todo terminara así?
A: Sí, además, recuerda que ya no tengo familia, mi esposa murió hace ya varios años, y bueno, tú eres lo más cercano a un hijo que he tenido.
J: ¿Acaso no le temes a la muerte?
A: Como tal, no. El universo no desecha nada, simplemente lo transforma, bien mi tiempo de transformar ha llegado.
J: Pues creo, y como siempre, tienes razón.
A: Obviamente, no por nada fui yo quien te entreno, tu trabajo ya esta simplificado, solo falta una de tus fantásticas pastillas.
J: ¿Así nada más?
A: Sí, tú te quedaras a cargo de todo, ¡Todo!
J: ¿De qué hablas?
A: Todo lo que tengo pasara a ser tuyo, mis bienes, mi hogar, mi servidumbre y sobre todo, mi historia. Todos aquí ya saben que el día de hoy es mi muerte, no todos decidieron seguir, pero aquellos leales, te acompañaran hasta la culminación de este sueño mutuo.

El joven estaba perplejo por todo lo que oía, pero no podía decir que no, una “orden” le había sido dada, y a pesar de que el planeaba esto desde el momento en que arribo a ese lugar no era precisamente lo que quería hacer para su mentor. Con un movimiento casi involuntario tomo la taza de café del anciano, la preparo tal u como el recordaba le gustaba que le sirvieran su café y de una bolsa de su traje tomo la píldora que había tomado con la foto y vertió el contenido en el café, dejo todo en su lugar y le acerco la taza al anciano.

A: Y bien, ¡Salud!
J: ¡Salud!

Por la cabeza del joven recorrían muchas ideas, sentimientos, emociones, todo concentrado en una cantidad de tiempo muy corta, sentía que lloraría por los sentimientos, pero sabía que tenía que contenerse, ¿Qué pensaría ese gran hombre que le había dejado toda su vida en las manos si lo veía así?, solo se levanto, se acercó al anciano y lo abrazo.